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Sexo y Revolución

Grasa Trans

Medios

Parte de Grasa Trans

Título
Grasa Trans
extracted text
Cadaver exquisito de dos gordos trans
Con vos me siento todo puto
todo gordo
Como si todo eso que es idea que me anda por la cabeza
Hubiese bajado al cuerpo por primera vez
Como cuando no sabes como explicar las cosas
o si sabes
Pero queres intentar nuevas formas
o reciclar las viejas
Pero reciclar piola, limpiando lo que ya esta podri y no
sirve
Rescatando lo que si
Lo que nos queda para seguir inventando
Hacerse la segunda a uno mismo tambien
Deseando
Compartiendo
Queriendo abrirse desde adentro
Mostrarse aunque eso implique exponerse
Como tener ganas de desnudarse
asi de una
manijeando
Como que me dan ganas de no dormirme nunca
de quedarme todo el rato compartiendo
charlando goma, haciendonos mimitos, cagandonos a
besos o haciendo cualquier gilada
Como cuando pinta afeitarse el bigote
llenarnos la nuca de saliva

apretarnos
o lamernos los pliegues
escupirlos
Querer acariciar todos los espacios de nuestros cuerpos
que se amontonan
que se esconden
Los lugares profundos, los que no estan de facil acceso,
pero que necesitan ser acariciados
Todo eso que no se nombra
Todo eso que no se ve
pero quiero lamer
dibujar
Dibujar un mapa sobre tu piel
un mapa no, toda una cartografia
marcada con baba
y recorrerla
Con mis manos, con mi boca o con toda la intencion de
mi piel
Samarrear tu cuerpo gordo
mordisquearlo todo
festejarlo a pleno
Celebrar nuestros cuerpos y nuestra sensacion
de mostrarnos satisfechamente gordos
de sentirnos cada vez mas putos
¿Como?
Ni se
Lo siento en el cuerpo.

"Camino a la facultad, vi una tienda de ropa (iba arriba del
colectivo, así que eso me predisponía a reflexionar más). En la puerta
de la tienda había un curioso cartel. Estaba colgado en el margen
superior derecho y decía: "TALLES ESPECIALES DE 6 A 9" Esto me
despertó muchas cosas. ¿Talles especiales? Si esos talles son
especiales ¿qué son los otros talles? ¿qué clase de talle es un 5 o un
10? El mercado tiene preparado para mi un talle especial, para un
cuerpo especial. Si, mi cuerpo es especial. Es voluminoso, macizo en
algunas partes y flácido en otras. Ahora, hay que ir un poco más lejos.
La nomenclatura "especial" nace de la lógica de la diferencia, propia
de un mercado postcapitalista. Gracias a la lucha feminista aprendí
que la mejor manera de enfrentar al sistema opresor es apropiarse y
reconvertir sus prácticas y discursos. Entonces, ahora si. Planteemos la
diferencia. Si mi talle es especial, porque es para un cuerpo especial,
los otros talles, sus talles, son ordinarios. Siempre iguales. Todos
similares, aburridos. Monótonos. Mi cuerpo es especial porque rompe
tu monotonía. Por eso el mercado trata de neutralizarnos. ¿Qué
sucedería si la gordura fuese estandarte de belleza? Definitivamente,
sería yo la reina. La más reina de todas. La diva. Mi culo y mis piernas
aparecerían todas las noches en la TV, sería modelo de Victoria's
Secret y tapa de alguna Playboy. Entonces, cuando entiendo que mi
categoría de "gordx", de talle "especial", es algo construído, se hace
más simple enfocar el tema. Esto sugiere otra pregunta: En un mundo
postcapitalista, donde el mercado regula pensamientos, emociones y
construcciones sociales ¿qué utilidad tiene querer que se terminen los
estereotipos corporales? ¿Cómo enfrentar a un sistema compuesto
tripartitamente por las industrias culturales, científicas y económicas?

¿Qué queda después mi desnudo público en medio de la plaza del
pueblo, cuando soy un sujeto más o menos neutralizado política y
emocionalmente, si la sociedad tiene inserto en sí misma la lógica de
la diferencia? La mayoría mirará para un costado, lxs más sensibles
sentirán pena por mi, otrxs se reirán, sacaran fotos y la guardarán
como un recuerdo de lo que puede pasar si abandonan la dieta y el
ejercicio. Finalmente, los medios harán lo suyo y quizás, con suerte,
esas grabaciones me conviertan en un meme famoso, o termine
perdidx en la inmensidad del Internet. Mientras tanto, seguiré con mi
cuerpo gordo, con mis rollos y talles especiales. Mientras tanto, la
más linda será la mas flaca y el más lindo será el más musculoso.
Entonces ¿de qué sirve ponderar un cuerpo distinto de la norma?
¿qué utilidad tiene ser orgullosamente gordx y levantar una banderita
que terminará indefectiblemente tapada y neutralizada por el
mercado? Por eso es que todas las noches, antes de dormir, deseo
despertarme y ser la persona más hegemónica que haya existido,
porque es la única forma de ser alguien y no algo, de ser un sujeto
capaz de brindar y recibir placer sexual. Es la única forma de ser, de
estar, en un mundo hecho para flacxs.

Camilú

Trigger warning: disforia / gorda se ríe de sí misma (o eso cree) /ilusión vs
realidad / gordofobia internalizada / resentida /problemas de gente blanca
clasemediera / otros.

Siempre me encantó ir al mar, o al lago, o a cualquier agua, si fuera por
mí estaría todo el tiempo en el agua, por horas. Cada vez que llega el
verano, una tendería a pensar que llega mi época preferida del año pero no,
lo que llega es:
El dilema de la malla.
Hace un par de años mi novia me invita a pasar unos días en el verano
al sur, a la casa de su familia, todo bien, hasta que recordé que iba a tener
que estar en el agua, con más gente alrededor.
Primero decidí que iba con una malla enteriza, me hacía mucho ruido,
mucho. Yo quería la malla enteriza porque con lo gorda que estaba
(estaba…) el solo hecho de lidiar con unos cuantos centímetros menos de
piel, ya era bastante ganado. Pero, cuando me la puse para probarmela
porque no la usaba como hacía 4 años, me di cuenta que era imposible,
automáticamente me veía hiper feminizada, todo curvas y demás.
Tenía que pasar al plan B.
Y me dije, genial, me compro unas bermudas de
esas lindas que usan los varones para ir a la playa, re
de surfers, o skaters y un deportivo o una musculosa,
me re va ese estilo y dije: al fin.
Primer problema… las mallas que me gustan no
vienen en mi talle. O el problema real sería: talle en proporción al largo. Las
bermudas de hombre que venden y me encantan se usan casi hasta la
rodilla, si logro encontrar una que me guste el modelo y me entre de
cadera, de largo me quedan como pescadores. La gente flaca va y elije, de
última le queda mal, pero le entra. Ojalá me quedara mal.

Entramos en un subproblema, qué pasa cuando la
bermuda que podés conseguir para tu talle es una de
esas que no quiere nadie. Horrible en color, tela y
corte, tenés re suerte si es liso, porque la típica es un
floreado sin onda. Es la última que hubieras elegido,
cuando antes las veías en las vidrieras pensabas, por
dios quién elije esto? y de repente te ves a vos misma
dentro de ella y sabés que esto es lo mejor a lo que
podes aspirar. Cuando pensaste en esta idea de la
bermuda superadora, te imaginabas en una
propaganda de Quicksilver.
Conseguís en negro y haces una fiesta, hasta que te la probas… el talle
de hombre no te coincide para nada y todo esto el día antes de viajar,
porque hace tres meses que estas tratando
de encontrar algo y ese último día vas y te
compras lo que sea.
Y decís, voy a ponérmela y ya. Te la
ponés y nada tiene sentido, si la bermuda
es recta como la que conseguí, como tenés
estas caderas te queda apretada, para
colmo que era fea, te queda apretadita en
la cadera, adiós a tu vida de fantasía.
No solo te queda ajustada en la cadera, si no que en las rodillas te hace
campana, vos que no querías ir con la enteriza porque era de “mujer” de
repente te das cuenta que estas en la playa con un corpiño deportivo y
una pollera tubo. Y de repente la enteriza
no estaba tan mal, no?
Ya llegué hasta acá, no me voy sin
meterme al agua. Empezás a caminar hasta
la orilla (20 metros de terror) con cada paso
vas sintiendo como cada parte de tu cuerpo
que te molesta se va haciendo más y más
presente y distorsionada. Pero no vas a
claudicar justo ahora, llegás a la orilla, ponés
un pie en el agua, ya empezás a sentir la
libertad cuando escuchas entre tus

pensamientos una voz que no es propia señora, señora, señora. Vuelvo a
la realidad, me doy vuelta, un nene, unos 11 años, me dice: Señora, no se
meta, hay aguas vivas.

Ce Marin
Este texto fue leído en la segunda edición de la Muestrans, el 23 de
septiembre de 2017. Se trata de un ciclo de arte organizado y conformado
por artistas trans. Al terminar la lectura, Ce leyó el siguiente texto:
El texto que acabo de leer, lo escribí hace casi tres meses, solo un mes
después de haberme asumido como trans.
Ayer entre en crisis, pensé en no leer hoy, poner alguna excusa que me
haga zafar de la incomodidad de leer un texto que me es ajeno, tan de otra
vida. Pensé en contarles las diferencias que veía en relación al texto y a mi
vida del ahora, todos los cambios en estos tres meses. Pensé en contarles lo
que tuve que pasar para entender, así con el cuerpo entero, como el ser
gorda y el ser trans iban de la mano, como se entremezclaban siempre, se
empastaban hasta no saber que era cada cosa, como mi disconformidad
con el cuerpo no tenía solo que ver con ser gorda y como la disforia que
siempre sentí, estaba opacada o invisibilizada por ese ser gorda.
Empecé a escribir y no había caso, no me salía nada, porque en realidad
nada de todas esas cosas eran las que tenía que contarles, solo que ya no
soy esa persona y que mi incomodidad con el texto no tiene que ver con
todo lo anterior, no tiene que ver con los cambios que vi en estos tres
meses, sino con darme cuenta que esa persona que era hace tres meses ya
no soy más, y que nunca más voy a volver a ser esa persona, y que en cierta
forma leer este texto hoy es hacer un duelo de lo que fui, y también sentar
las bases de lo que quiero ser.
No quiero poner más excusas y por eso estoy leyendo esto ahora.

Armar donde habito komo se me okurra
devenir impredecible
mamarracho
roces de piernas gordas mientras kamino
medias de red escondiendose en mis pliegues
me fajo y pienso
como mi cuerpo gordo perreando destruye mis propias
estructuras
la masculinidad ke imagino y la ke kreo mientras muevo el culo
mis curvas y la disforia
mis curvas y como intento taparlas
mis curvas, lo ke desborda y me llena las manos cuando me
toco
lo ke no entra y nunca encaja
mi transmasculinidad gorda, marikona y de voz finita
y el como trazar un mapa
en mi propia grasa
de estrategias para hacer de mi carne
mis cicatrices
el disfrute.

La gordura siempre fue una extraña compañía. Me generó la
sensación de no estar en mi propio cuerpo, de estar a la espera de mi
cuerpo. Me pusieron en pausa. De la gordura no se habla: se la combate.
Asi que lo transité en soledad, asumiendo que mi experiencia era igual a
la de otras personas gordas.
Cuando inesperadamente empecé a bajar de peso sin causa aparente,
pensé que esa extrañeza iba a menguar. Me sorprendió bajar casi veinte
kilos y seguir no reconociéndome en el espejo y en las fotos. Fue
entonces que entendí más concretamente las violencias que vivía como
gorda: las percibí cuando cesaron casi por completo. Pero se trataba de
lo que viene desde afuera, de otrxs, de las instituciones, de la industria
textil, de los medios de comunicación, de los asientos del bondi... Lo que
no cesó fue mi sensación constante de estar a la espera de un cuerpo
propio. Y no tiene que ver con la autoestima: es tan sencillo como tener
la sensación de que no hay nada de malo en este cuerpo... pero no.
Conocer la palabra “disforia” le dio mucho sentido a todo. Si tuviera
que explicar la sensación de ese descubrimiento, me recuerda a una
historia infantil: estabamos con mi vieja comprando ropa para mi. Vi un
buzo que me gustó. Ella me dijo que era de varón. Yo le retruqué: “no, es
bisexual”. Entonces me explicó qué significaba bisexual y me enseñó la
palabra “unisex” -que era lo que yo estaba queriendo decir-. Recuerdo
que esas palabras le dieron tanto sentido a sensaciones mias, que me
quedaron clavadas. En algun momento ya no me fueron utiles, pero en
un principio fueron rudimentarias categorias de orientación e identidad.
Podria decirse que me indentificaba como bisexual y unisex. Volviendo a
la gordura: la historia posiblemente remata con que no había talle para
mi.
Con respecto a la disforia, si bien comprendo que es un término que
surge de la patologización de nuestras identidades, paradojicamente, me

ayudó a despatologizar mi gordura. Hoy en día me apropio de todo eso
que alguna vez quisieron marcar como mis defectos: gorda, fea,
marimacho, tortillera, disforico. Creo que es sólo un nombre posible
para mi vivencia. Poder darle nombre y entidad, me ayudo a
despatologizar mi cuerpo. Ya no era el cuerpo gordo lo que me
molestaba. Ahora me molesta que sean mas dificiles de esconder las
curvas. Es muy diferente. Es otra vida, es otro cuerpo. Deje de verlo
como un cuerpo enfermo y descuidado. Ubicar que el sentimiento de
disconformidad y extrañeza tenía que ver con otra cosa me permitio
salir de la espera. Pase a poder hablar sobre ello, a poder aliarme con
otrxs en ese recorrido. Empezar a hormonarme. Amigarme con el niño
gordo que fui. Ese niño cuya gordura preocupa y que es llevado a
endocrinologia, porque posiblemente haya heredado el hipotiroidismo.
Volver a entrar a ese consultorio endocrinologico por motivos que nada
tienen que ver
con el peso, se
siente
bien.
Especialmente
cuando entrás
feliz.
Cuando
conocí
el
feminismo
pensé que todos
mis deseos de
masculinización
tenian que ver con la misoginia y senti mucha verguenza por eso.
Intenté desarmarlo. Me latigué por haberme sentido niño en mi infancia.
Ubiqué un monton de actitudes, sensaciones y pensamientos que
efectivamente eran, son y serán misoginos en mi. Pero tiempo después,
ubiqué tambien que ese ideal de pureza de eliminación radical de mi
misoginia, encubria una transfobia paralizante.
Hoy en dia puedo decir que ya no me afecta tanto la gordura. “Tanto”,
porque seria ridiculo negar que me afecta. Me afecta porque siento que
mi cuerpo se feminiza cuando engordo. De la misma forma puedo

decir que no me interesa “pasar”, porque es lo politicamente correcto.
Pero la realidad es que cuando engordo, no paso tanto y me molesta.
Hoy en dia, intento convivir en armonia con mi disforia, mi cuerpo
transmasculino gordo, y la feminización que siento en esa gordura.
Nos inventan y nos inventamos relatos sobre cómo se experimenta el
habitar nuestros cuerpos. Relatos que buscan explicarle a gente flaca o a
gente cis cómo nos sentimos. En ambos casos la idea de un cuerpo
encerrado en otro aparece constantemente. El bello cuerpo esbelto
encerrado bajo tanta grasa; el cuerpo de enciclopedia encerrado en el
cuerpo incorrecto, precariamente modificado. No hay mejor espectaculo
que ver explotar esas mamushkas ridículas mientras nos abrazamos en
nuestro momento más regio.
Veranos y veranos pasaron y los odie todos. Me cague de calor cada
uno de ellos. Hasta que en algun momento mi cuerpo se acostumbró.
Podía estar con tres capas de ropa en enero. Ese sufrimiento no se
comparaba con la desesperación de sentir mi cuerpo expuesto.
Ahora que ya no me preocupa que se vean mis piernas peludas, mis
brazos fofos, mis tetas de gordo, mi panza, mis estrias, mi cuerpo me
pertenece. Y la brisa del verano, tambien.
Ache

Cartografía de una existencia gorda

Mi cuerpo es un mapa físico-político, que luego de ser
diagramado por una sociedad que no pudo soportar este “accidente de
la naturaleza”, fue hecho un bollo -bien apretado por la-palma-de-lamano-de-la-normalidad- y, arrojado a un costado, pretendiendo ser
desechado. Soy un mapa físico-político reciclado del tacho de basura
de una escuela normal, así, hecho un bollo y vuelto a estirar. Soy, hoy,
la representación de un territorio extenso, constituido de pliegues, de
intersticios, donde brota el historial de una existencia gorda. Soy, hoy,
el espacio que se ubica entre fronteras, en el dibujo de un mapa y, que
se declara en guerra contra la-milicia-de-la-belleza-heteronormada-ycapitalista, que constantemente intenta tomar mis tierras. Soy la
representación excesivamente corpórea de límites territoriales
ficticios, que van más allá de los escalímetros que pretendieran medir
la distancia entre un extremo y otro. Soy un desierto de piel seca y
estriada. Soy un terremoto en la zona abdominal, con réplicas de 6,9
en la Escala de Richter, en cada parte de mi cuerpo, a cada paso que
doy. Soy, del mapa, el charco pintado de celeste pastel, un caudal

furioso que arrastra basura y animales muertos, con orillas barrosas
donde viven gusanos y crecen plantas. Soy una cordillera dibujada en
papel plano, llena de curvas desproporcionadas. Soy, también, el
satélite que parte del cuadradito negro que marca la capital de una
provincia habilitada, con destino a los cráteres de mis muslos. Soy del
mapa la geografía, la capacidad mutante, la vegetación natural más el
artificio creado. Soy del mapa-bollito-recicle-historial-territorioguerra-representación-desierto-terremoto-charco-cordillera-satélitegeografía mutante; la cartografía que me estudia. Soy la descripción:
doce zonas de follaje-pelo/ cinco zonas estriadas/ tres zonas
celulíticas/ sesenta y tres lunares marrones, uno azul, uno rojo/ ocho
cicatrices/ ninguna mancha de nacimiento/ una constelación de
circulitos blancos en el cuero cabelludo de cuando niñx y varicela/
doce tatuajes/ once perforaciones/ 60 puntos de sutura/ trece colores
de pelo/ una fractura de hueso… Soy también lo que subyace a lo
observable; casi tres cifras en la balanza demuestran que mi territorio
es más de lo que el mapa-ficción puede contener, de lo que el
planisferio puede soportar. Soy un territorio que avanza sobre otros,
ocupando todo el espacio posible, desafiando el momento del bollito y
el intento desesperado de la-palma-de-la-normalidad de desechar todo
lo que no encaje dentro del molde de la sociedad. Soy, de lo físico del
mapa, todo lo que sale por los costados de ese molde. Soy, de lo
político, el espacio que ocupo en una sociedad que no puede soportar
este “accidente de la naturaleza”.

Mostrx

Sin ningún pudor, cada consulta médica a la que he asistido
desde niña -o al menos la mayoría de las que tengo conciencia-, me
ha exigido confesarme gorda, glotona y ponerme así a disposición de
profesionales que señalan como éxito terapéutico el lograr un estado
de esbeltez. Desde profesionales de salud mental, hasta kinesiologxs,
y sorprendiéndome en este ultimo tiempo, mi endocrinóloga.
Todo
dispositivo
medico
pretendió
aplicar
anatomopolíticamente en las terapias la idea de que con la delgadez
me llegaría un estado de salud y bienestar generalizado, con la
perspectiva de una buena evaluación que yo haría de mi misma:
mejor autoestima. Mi psiquiatra lleva advirtiendo la felicidad en su
autodenominada “terapia estratégica de vida” que me generaría
habitar delgada este mundo que se horroriza frente a estrías y
colgajos que me hacen y constituyen desde mi pudorosa afirmación
de gorda puta.
¿Como objetarles sus consejos normalizantes en una sociedad
donde tengo que viajar una hora y media para hallar ropa de mi
talle? ¿Cómo no padecer esta odisea si mi culo gordo entra difícil en
los asientos de cualquier transporte público que me acerque a la
ciudad donde me refugio e inicio mi TRH? ¿Cómo empoderar una
transición donde siento que mi gordura me ancla en seguir pasando
por gordo puto y no gorda bella? Si te pidieran evocar en tu cabeza la
figura de una mujer al azar, ¿Qué tan probable seria imaginarme?

¿Cuánto me aleja la gordura de la imagen que pensamos? El
conocerme gorda hace replantearme el sentido de mi transición. La
fantasía y el anhelo femme se alejan y se me anteponen categorías
desvalorizadas. ¿Dónde me coloca el mundo como gorda? ¿Cómo lo
habito? ¿Cómo me muestro?
Tetona. Sin TRH aun y esperando dar bien los últimos exámenes
pendientes de mi metabolismo, dejo asomar contenta y esperanzada
las tetas de gorda que ya utilizo y habito. Las tetas que me toco y
marco y celebro. Con sus estrías y prometedoras. Asoman en mis
vestidos y las coloco sugerentes y las siento y las vivo. Y con ellas me
gusta mostrarme, recorrer la ciudad o ir al medico. Que me quede
chica la silla. Y vivir y erotizar y ver que me las besen. No voy a poder
vivir sin celebrarme y mostrarme. Hacerme escuchar y estar
presente. Corro y yo las siento rebotar. Los pezones sensibles, se
presentan como rostro de mi torso. Y saludo al medico, colectivero o
amiga. Bailo, me muevo, me inclino, mis flotadores aparecen junto a
la raya del culo que irrumpe, también. Vergonzosa y decidida a estar
y permanecer.
Gracias, gordura, me has dado tetas sin que las pida. Me pondré
labial en las aureolas (el violeta me gusta) para que me las besen.
Gordas amigas, seamos más gordas y más amigas. Vivamos en
gordoridad, ocupemos espacio y movámonos libres. Resistamos y
empoderemonos, hasta que se aborte la gordofobia internalizada o
externalizada.

Ari Laxague

No
Estas

solx
somos

plaga