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Sexo y Revolución

Desandar el iter criminis feminista

Medios

Parte de Desandar el iter criminis feminista

Título
Desandar el iter criminis feminista
extracted text
Desandar el

iter criminis
feminista

Presentación para la segunda edición:
disculpas públicas - reivindicaciones públicas
Este fanzine surgió a raíz de un texto escrito para un grupo
cerrado de facebook a mediados de 2016. En ese texto describí
algunas situaciones y discusiones que llevan a un sector a
cuestionarse el escrache como herramienta fundamental y siempre
útil. Lejos de cuestionar su importancia para diversos movimientos
políticos (además del feminismo) o activar en contra de su
existencia, la propuesta era pensar otras formas posibles, partiendo
de dos ideas centrales:
- Por un lado, que no todos los casos de abuso son iguales y no
todas las personas requerimos los mismos cuidados y acompañamientos,
por lo tanto necesitamos más que una sola herramienta.
- Por otra parte, que una corporalidad disidente no es igual a un
varón heterocis y que el escrache surge como forma de respuesta
frente a un Estado y una cultura que se posicionan a su favor. Por lo
tanto, el escrache podría no ser útil en casos en los que no existe
una reglamentación judicial o una sentencia moral que nos juegue en
contra.
La necesidad de escribir ese texto surgió después de vivir una
situación de abuso (leve pero real) por parte de una persona que
sostenía que “no cualquiera abusa y que las personas que abusan
deben quedar expulsadas de los espacios definitivamente, siempre
dejando en claro que existe algo que diferencia a las buenas de las
malas.
Esta persona tuvo respuestas muy variadas... En primera instancia me
pidió disculpas por wasap. Un tiempo después le dijo a otras
personas que lo que yo decía era totalmente mentira y que incluso
había sido al revés. Llegó a decir que “yo me hacía pasar por un
tipo trans” para victimizarme, etc. Le dije que lo que yo
necesitaba como forma de “reparación”, si se quiere, era que
discutamos la cuestión de la violencia entre corporalidades no
heterocis desde una perspectiva diferente a la que se venía
manejando, y la cuestión de formas alternativas al escrache (de
hecho, no la escrache ni di su nombre). Muy por el contrario a lo
que yo manifeste necesitar, esta persona se alejó de los espacios

feministas (supuestamente para preservarme a mi) y circuló
información que yo no quería hacer pública, al contar que ella era
la persona de la que yo hablaba en el texto, por ejemplo. Tiempo
después me retiró el saludo. Cuando volvimos a hablar se victimizó y
me hizo sentir que lo que le estaba planteando era violento ¡y
hasta le pedí disculpas! Quedamos en volver a hablarlo en mejores
terminos. Nunca recibí un mensaje suyo.
Fue evidente en ese y en tantos otros casos cómo hay una
tendencia a no poder responsabilizarse de nada y a tergiversar las
cosas a punto tal que hasta una situación en la que se le marcaba
que había abusado era violenta para con ella por “el tono”o “la
forma”. Claramente ella y tantas otras personas son puras y del
mismo modo en que “una violenta”nunca puede recuperarse, “una
santa”nunca puede ser violenta.
Su conclusión fue que al yo problematizar los escraches estaba
“defendiendo abusadoras”. Esto me lo dijo una persona que se zarpó
conmigo. Ok, entonces algo tenemos que revisar. Porque ser acusado
de encubrir por una persona que abusó de vos es algo como mínimo
ridículo.
Había decidido no hablar de este tema en el fanzine y de hecho,
en la primera versión, no era mencionado. Me encontré con un
problemón cuando reapareció la típica cuestión: personas que
transitaron abusos diciéndome que yo no podía decirles cómo sentirse
al respecto y que “las valientes que se animan a hablar no se iban
a callar”. De acuerdo: dejo en claro que yo también (¡al igual que
casi todas!) viví situaciones de abuso.¿Es necesario llegar a ese
punto? Personalmente prefiero hablar desde otros lugares que no sean
desde el lugar de víctima, que insisto, también me ha tocado.
Dejo en claro también: no le estoy diciendo a nadie que tiene
prohibido escrachar. Estoy diciendo que a veces puede haber otras
necesidades y muchas nos sentimos presionadas a escrachar, ya sea
porque la gente efectivamente te presiona o porque no hay otras
formas pensadas. Si consideras que tu abuso requiere un escrache,
¡fantástico! Lo que me interesa discutir no es eso sino cómo nos
manejamos las personas que recibimos información sobre una denuncia,
especialmente de violencia cruzada o de casos en los cuales la
denunciada queda por fuera de redes bastante vitales como lo son

grupos para circular información, por ejemplo, sobre acceso a
hormonas y resultados con cirujanas, para la comunidad trans.
En conclusión, comento esta situación de abuso porque quiero que
quede claro que cuando una decide no escrachar es abandonada
inmediatamente por esa horda de feministas bien dispuestas a
compartir tu denuncia. Pero ¿tu fanzine compartiendo tus reflexiones
a partir de tu situación de abuso? No. No sólo no se comparte, sino
que se escracha. Entiendo la reacción de las pibas y tal vez yo
también hubiera reaccionado así en algún momento. No quiero
demonizarlas y tampoco quiero que lo hagan conmigo.
En fin, unos días después de la publicación online del fanzine,
apareció una imagen en facebook escrachándolo.
No
fue
una
reacción inesperada,
a
decir
verdad,
porque se trata de
un tema que al ser
planteado
en
espacios feministas,
en
una
charla
relajada,
causa
bastantes problemas.
¿Qué esperar de un
fanzine que intenta
sistematizar
esas
discusiones? Por lo
tanto, no se hizo
absolutamente nada más que publicar un descargo en facebook en
respuesta a esta imagen y a la enorme frustración que implica que
las críticas se hagan desde un lugar tan desafectado, como si
quienes planteamos estas cuestiones no fuéramos personas accesibles,
como si fueramos estrellitas que no van a escuchar y tomar una
crítica. ¡Como si nos fueramos todas las noches a dormir pensando
en cómo lograr que cada vez haya más abusos!
A raíz de esta imagen, el fanzine tuvo bastante repercusión, lo cual
sí fue inesperado. Muchas personas quisieron leer el fanzine y
circuló bastante más de lo que se hubiera previsto. De hecho, hubo

quienes comentaron explícitamente
publicidad” para el fanzine..

que

esta

imagen

era

“buena

Unos días después, una persona comenta por facebook que el fanzine
la revictimizaba porque podía entenderse, si bien no se daban
nombres, que se estaba hablando de su denuncia. Se le pidieron
disculpas y se bajó el fanzine de internet.
Enorme tristeza haber revictimizado a una piba, sensación de no
poder hacer nada bien y por lo tanto, preferir no hacer nunca más
nada. Sin embargo se reavivó la necesidad de discutir la modalidad
del escrache: si quienes hicieron la imagen se hubieran contactado
conmigo y pedido que se modifique el párrafo en cuestión, se hubiera
preservado muchísimo más a la piba. En cambio, el énfasis estuvo
puesto en lo malo, misógino, académico y revictimizador que soy, en
lo peligroso que es el fanzine y por qué no hay ni que leerlo. Lo
cual llevó a que las personas lo lean mucho
cuál es nuestro objetivo... ¿preservar
victimizada o castigar a la persona que
convivir, pero ¿cuál es nuestra prioridad y

más. Esto hace pensar en
a la persona que fue
victimizó? Ambas pueden
nuestro eje?

El fanzine fue publicado de forma anónima, al igual que en esta
segunda edición. Sin embargo, recibí muchos comentarios negativos
sobre el fanzine en mi muro de facebook, la mayoría de parte de
gente que me conoce personalmente. Esto deja bastante claro que no
se hizo por un medio virtual y público por una imposibilidad de
contactarse conmigo sino por una voluntad política de escrachar el
fanzine. Es por eso que doy esta discusión sobre sus efectos también
de forma pública.
No puedo explicar lo pelotudo que me sentí al no darme cuenta de
que estaba haciendo referencia tan explícitamente a una denuncia.
Era obvio que no estaba piola, pero no me di cuenta. Fue un error
gravísimo. Intente repararlo desde donde pude: bajarlo de internet y
dejar de circularlo.

fue

Esto no quita las ganas de reversionarlo. Para muchas personas
importante leer esta compilación de reflexiones sobre el

escrache, del mismo modo en que para mi fue importante hacerlo.
Muchas lo venían pensando y no sabían con quien hablarlo o cómo.
Muchas no habían pensado en esto y les aportó herramientas.

Sigo pensando que el escrache presenta bocha de problemas. No por
quien escracha: esa decisión le compete sólo a las personas
involucradas. Los problemas tienen que ver con cómo manejamos la
información y en cómo desplegamos lógicas fascistas para resolver
los conflictos las personas a las que nos toca acompañar.
Redacto indistintamente en singular o plural porque esta
construcción no es solo mia. Generalizo en femenino por
determinación política ya que la e, la x, el *, etc excluyen otros.
No hay lenguaje inclusivo: todo lenguaje deja algo afuera. Prefiero
que se nombre la A, que lleva toda una vida ignorada. Si se utiliza
la A o cualquier otro pronombre en este texto, son perfectamente
intercambiables entre sí ya que no se está hablando de personas en
particular.

En conclusión: este fanzine tiene como objetivo
aportar herramientas para cuando nos toca acompañar
situaciones de violencia y abuso. En ningún momento se
pretende discutir con la persona que denuncia. Esa
decisión es individual. Eso no significa que no pueda
discutirse con quien denuncia. Se trata de una persona
racional y sería tratarla como pelotuda el creer que no
se puede dialogar con ella.
Por otra parte, de ningun modo este fanzine se propone
aportar herramientas para que personas que han sido
violentas se justifiquen. Está dirigido a quienes
acompañan. Claro que en diferentes momentos de nuestra
vida podemos ser quien denuncia, quien es denunciada o
quien acompaña. INSISTO: estas herramientas están siendo
expuestas para los momentos en los que nos toca
acompañar.

Si algo nos enseñó a muchas de nosotras el
feminismo, fue que la universalización es una

de
las
herramientas
más
fuertes
del
heterociscapitalismo para invisibilizarnos y
normalizarnos: se establece una única forma de
pensar/hacer y se sostiene que todas las demás
son desviaciones irrelevantes o erróneas. Esto
pasa cuando hablamos de “la historia del
hombre”
pero
sabemos
que
hubo
otras
corporalidades implicadas; cuando se nombra a
un lápiz “color piel”, pero sabemos que hay
otros colores de piel; cuando se dice que
“todo tiene una explicación” pero sabemos que
hay comunidades que no se manejan con nuestros
conceptos científicos/culturales.
Desde hace un tiempo algunas venimos
intentando reflexionar sobre prácticas que
estábamos
sosteniendo
como
protocolares,
morales, universales. No nos cerraba la forma
en que veníamos pensando el acompañamiento de
las denuncias y no encontramos muchos espacios

la
violencia y el abuso entre corporalidades no
heterocis sin recurrir a los mismos métodos
para

discutir

el

enorme

problema

de

punitivos que en general repudiamos como la
baja de edad de imputabilidad, la pena de

muerte, la cadena perpetua, el castigo, las
cárceles, etc. No se trata de decirle a nadie
cómo tiene que vivir su abuso ni a forzarlx a
compartir espacios con su abusadorx. Pero sí
preguntarnos, en cada caso, cómo acompañar a
quien denuncia y cómo vincularnos con lx
denunciadx. Y por sobre todo, por qué tomamos
esas
decisiones.
Básicamente,
que
sean
decisiones y no protocolos de acción. Que nunca
dejemos de reflexionar sobre por qué hacemos lo
que hacemos.
No es lo mismo que la violencia la ejerza un
varón hetero cis a que sea una lesbiana, una
travesti, un tipo trans, una marica, etc. Los
efectos en la persona violentada pueden ser los
mismos, pero un chabón heterocis cuenta con el
aval de todo un sistema para abusar y
violentar. Todo está dado a su favor.
sentido común, la cultura, las leyes,

El
la

ideología de lxs funcionarixs públicxs. Todo.
La violencia entre nos no le interesa a nadie
más que a nos. Incluso a muchas personas les
sigue pareciendo que no existe la violencia
entre corporalidades no heterocis. Es realmente
una preocupación que tenemos muy pocas
personas. El Estado prácticamente no se mete en

estas cuestiones. Está en nuestras manos cómo
manejarlo. De por sí, el Estado no considera
abuso la mayoría de las denuncias que circulan
en nuestros ámbitos, ya sea porque son
violencias “sutiles” o porque no hubo
penetración, o lo que fuera. Las construcciones
sobre el abuso en general están pensadas desde
una lógica cisheterosexual y tienden a plantear
el abuso como la penetración forzada por parte
de un desconocido. No existe en el sentido
común el abuso intrafamiliar (aunque sabemos
que es de lo más frecuente), el abuso por parte
de la pareja, etc.
Volviendo al feminismo... No acompañamos
todas las denuncias: si un varón heterocis
denuncia a su ex mujer, no vamos a salir a
bancarlo. Claramente, ninguna de nosotras
bancamos todas las denuncias desde “una
perspectiva cuir, donde no nos importa el
género, porque es una ficción”. ¡Claro que es
una ficción! Pero una que opera fuerte. Como
Dios y el Estado, que tampoco existen... hasta
que te detienen y te cagan a palos.
Es tiempo de hacernos cargo de que no bancamos a

quien denuncia porque “le creemos” sino porque
políticamente nos posicionamos ahi.

Actuar en base a la creencia y por ende, a la
verdad, es una modalidad religiosa. Si
acompañamos a quien denuncia y pensamos que eso
es lo central, es porque tomamos esa decisión
política. Y eso es genial. No despoliticemos
nuestras herramientas políticas.
Cada situación tiene sus matices y lo central
de lo que se quiere plantear es que no hay UNA
única forma de transitar o acompañar una
situación de abuso. Venimos escuchando que el
ser amiga de
alguien
que
fue denunciadx
es
ser
cómplice
y
encubrir.
¿Quién
de
nosotras está
limpia de la
posibilidad de
haber abusado o de abusar, entendiendo que
incluso una misma tarda un tiempo en ubicar que
fue abusada? ¿Por qué el cortar vínculo con lx
denunciadx sería LA mejor forma de acompañar?
¿Por qué el no cortar vínculo implicaría
irremediablemente desmentir el abuso?

¿La amistad sólo puede entablarse con seres
puros, sólo con personas a las que admiramos y
no tenemos nada que reprocharles? ¿Descartar a
las personas como si fueran objetos no es
también una forma de violencia?
Empecemos por revisar nuestros noviazgos,
nuestros
vínculos
adolescentes,
nuestros
enamoramientos y formas de pensar y activar la
amistad. Preguntémonos si nunca manipulamos,
nunca revisamos un celular, nunca le dijimos a
nadie “sin vos no puedo vivir”.

Preguntémonos

urgentemente

cómo

abordar

situaciones
de
violencia
cruzada
entre
lesbianas, entre putos, en pajeras trans
heterosexuales, etc. Si ambas denuncian haber
sido violentadas por la otra y nos manejamos en
base al criterio de creerle a la que denuncia,
¿a quien le creemos? ¿A las dos? ¿A la que
denunció primero? Esto implicaría abordar la
situación desde la perspectiva de la primera en
denunciar, con una lógica del canté-pri, con el
momento de la denuncia como momento central que
hace un antes y un después bien delimitados e
irreversibles. Cuando una mujer denuncia a su
pareja, varón heterocis, ¿la acompañamos

porque

le

creemos

o

la

acompañamos

porque

entendemos que ahí están en juego privilegios?
Si él dice haber sido abusado y violentado
también, ¿cambia algo? Claro que no. Este tipo
de situaciones dan cuenta de lo corta que nos
queda la herramienta de la denuncia/escrache en
casos de violencia entre corporalidades no
heterocis. También, lo corto que es facebook
para discutir y acompañar estas situaciones.
Básicamente, fb es corto para todo pero lo
usamos como herramienta fundamental. Es una
herramienta, sin dudas. Pero no necesariamente
la más útil. Preocupa ver que no hay interés en
discutir por fuera de esta plataforma.
Surge la pregunta por el después de la
denuncia... ¿Cuál es el objetivo de denunciar?
¿Qué se espera? ¿No se espera nada? ¿Se
espera que se cumpla la condena en cadena
perpetua, en silencio, pasivamente? ¿Se espera
una explicación por parte de quien fue
denunciad*? ¿O se espera que se repare algo del
daño? En tal caso, ¿cómo se determina cómo se
repara?
Y otras más.. ¿Existe la retroacción después
de una denuncia? ¿Podemos juzgar acciones, que
anteriormente no nos perturbaban, como parte de

la

misma

denuncia?

Cuando

alguien

denuncia,

¿toooodas las acciones, toooodo el historial de
la persona denunciada se vuelve parte de ese
abuso?
Es común leer en los comentarios de una
denuncia todo tipo de aportes sobre detalles
“turbios”
de
las
personas
denunciadas.
Detalles aportados por
terceras, detalles que
en
una
persona
no
denunciada
pasaríamos
por alto. Una persona
comentaba
que
una
denunciada
le
había
ofrecido tiempo atrás
quedarse en su casa a
dormir, porque vivía
lejos de una actividad
en

la

que

estaban

participando. Interpretaba esa invitación ahora que esta persona había sido denunciadacomo una indudable manipulación para abusar de
ella. ¿Posta? ¿Realmente es así como queremos
vincularnos? Cada una en la suya, sin
invitaciones “raras”, entendiendo que en toda

invitación solidaria hay un interés sexual (el
cual está muy muy mal -dicho sea de paso- fuera
de la pareja y el amor). Suena también a una
lógica legalista, como cuando a compañeras que
denuncian a los progenitores pederastas de sus
hijxs, le deslegitiman la denuncia por llevar
una “vida promiscua”, por ser lesbianas, etc.
Por otra parte hay que tener en cuenta que, el
aportar pruebas que den credibilidad a la
denuncia, implicaría que la denuncia no tiene
credibilidad en primera instancia.
Esta lógica penal, del peritaje, los
perfiles, la mente y el acto criminal, la
posibilidad de determinar por la forma del
cráneo una firme línea entre las criminales y
las normales, es una forma de proceder que no
inventamos, no es una herramienta feminista,
sino una herramienta heredada de siglos y
siglos de protocolos estatales y morales sobre
cómo abordar la violencia. Lombroso, Ferri y
Garófalo son sólo algunos de los que aportaron
a estas teorías innatistas y sumamente
lineales, que separan a las personas en buenas
y malas.

Más allá del enorme daño en los hechos que
implicó para la comunidad trans, la teoría
queer nos aportó la importante idea de que no
existe la esencia femenina, masculina, hetero,
lésbica, etc.. Usamos estas categorías por su
potencial político, no porque sean verdades
inmutables. Pero ¿legitimamos la existencia de
otras esencias? Y... la verdá es que venimos
legitimando la existencia de una “esencia
abusadora”, cuando una compañera denunciada
pasa a parecernos rara y ubicamos todas las
cosas que no nos cabían desde el principio, las
incomodidades que nos generó pero de las cuales
no nos dimos cuenta, hasta que mágicamente nos
cae la ficha cuando alguien la señaló como

esencialmente abusadora. Estigmatizamos en ella
las mismas actitudes que toleramos en amigos o
en chabonas que nos gustan. Porque hasta que no
hay una denuncia formal, esas son “cosas que
cualquiera

puede

hacer”.

Pero

en

cuanto

alguien es desterrado del feminismo, todas
estamos de acuerdo en que somos esencialmente
distintas a ella.

Suelen leerse comentarios que no tienen
ningún tipo de sustento como “siempre me
generó una sensación rara” o “nunca confié”.
Si, una tiene que escuchar el cuerpo y si se
siente incómoda, no tiene por qué verse con
nadie. Pero de ahí a extender esa sensación a
una esencia abusadora que emana rayitos y los
podemos sentir, hay un abismo mega-nazi.
Especialmente
cuando
la
sensación
de
inseguridad la provocan los mismos sectores
marginales de siempre. ¿O vamos a decir que
alguien se cruza de vereda por un blanquito
tanto como por un “negro de mierda”? La
sensación de inseguridad no es ingenua. Si nos
fijamos en las denuncias que circulan entre
nos, vamos a encontrar también que mientras más
cerca
estés
de
la
hegemonía
menos
probabilidades hay de que seas denunciada. No
porque las personas más hegemónicas abusen
menos ni porque abusen más. No podemos
desentendernos del hecho de que es más sencillo
ubicar algunas violencias que otras.

Lombroso ( 1835- 1909) , fue un médico y
criminologo italiano, representante del
positivismo criminologico. Explicaba el delito
como resultado de tendencias innatas, genéticas,
observables en rasgos físicos o fisonomicos de
los delincuentes habituales ( asimetrías
craneales, determinadas formas de mandíbula,
orej as, etc. ) . También consideraba “factores
criminogenos” el clima, el grado de civilizaci on,
la densidad de poblacion, la alimentacion, el
alcoholismo, la educación, la posición economica
y hasta la religion.
Si Lombroso fuera argentino y viviera hoy, sus
conclusiones científicas serían que ser pobre,
negrx y usar visera son factores biologicos y
sociales que desembocan en el crimen. ¡Es
ciencia, eh! Empíricamente se puede comprobar:
las cárceles están llenas de personas con estas
características.

Es

más

sencillo

ubicar

el

grito

que

la

manipulación sutil; es más fácil sentir el
forcejeo con una persona gorda que con una
flaca; es más lógico pensar que te está
obligando una persona “fea”, que una persona
que es más hegemónica que vos. Recordemos que
los cuerpos menos hegemónicos no sólo crecimos

en una cultura de la violación sino también en
una cultura de la violación que sobre nosotrxs
en particular tiene un discurso bastante
rotundo: “mirate.. tenes que agradecer que
alguien te quiso coger”. No a todas nos dicen
eso. Y los discursos sobre nuestros cuerpos
dejan marcas y generan subjetividades.

Llama la atención la enorme cantidad de
denuncias a personas trans. Suelen venir
acompañadas de reflexiones como “lo trans no
te

quita

lo

macho”

y

también

de

cierta

decepción, cierta caída de idolxs. La idea de
que las corporalidades trans encarnan la mayor
pureza política lleva a una deshumanización
tremenda que hace ver como más terrible
cualquier error. La idea de que cuando una
travesti o una mujer trans es violenta eso
tiene

relación

con

su

cuerpo

o

su

socialización
y
cuando
una
persona
transmasculina es violenta tiene relación con
su identidad, dan cuenta de qué tan de juguete
es la “trans-inclusión”y cuántos prejuicios
hay sobre nuestras identidades y nuestros
cuerpos.

Cuando se denuncia a una persona trans y esa
denuncia trasciende del micro mundo feminista,
todo el mundo se hace uso de eso para
justificar la expulsión. Así terminamos con
compañeras y compañeros trans que fueron
expulsados
del
colegio,
que
fueron
imposibilitadas para trabajar, etc. En otros
casos se propuso hacer una denuncia para que le
quiten a sus hijxs (cosa que el Estado no
tendría problema en hacer con
cualquier
travesti sin mayores justificaciones) por una
situación donde la persona escrachaba porque
“no supo decir que no y la otra persona no lo
notó”. ¿Cómo podemos llegar a pensar que una
situación donde alguien no supo marcar sus
límites en una relación entre personas adultas
puede
ser
remotamente
comparable
a
la
pederastía? ¿Cómo podemos llegar a pensar que
lo mejor para esxs niñxs es apartarlxs de su
madre “por las dudas”? ¿En qué momento una
falta de comunicación entre adultas, una mala
lectura de los cuerpos, una diferencia entre
los umbrales de personas que tienen sexo
consentidamente es comparable a la violencia y
la violación sistemática? Si todo es lo mismo

ya nada tiene sentido. De más está decir que
las personas trans no necesitamos
para que ese “mundo exterior”nos
escrache potencia la posibilidad de
en los lugares trans-incluyentes o

un escrache
expulse. El
que incluso
progres, se

justifique nuestra expulsión con una severidad
que con las personas cis no existe.

Cuando el Estado condena a alguien por un
crimen, no condena el daño que le hizo a su
víctima, sino el acto mismo de violar la ley. Es
por eso que está penada la eutanasia, sin
importar si una persona desea morir y está
también penado el canibalismo, a pesar de que
quien es comidx se extasíe con el proceso y
haya habido consentimiento. Así sucedió en el
caso de Armin Meiwes, “el caníbal de
Rotemburgo”. El tipo publicó un anuncio
buscando alguien que quiera morir para que él
pueda comerlo. Se negó a realizar el plan con
varias personas porque se mostraron poco
convencidas. Cuando encontró un chabón que dio
total consentimiento, acordaron cómo hacerlo.
Ambos comieron el pene de éste y luego lo mató
y lo comió. El tipo fue sentenciado a cadena
perpetua y es considerado “uno de los
criminales más espantosos”. Queda claro que el
problema es faltar a la moral de época más que
la violencia o la falta de consentimiento.
Es por esto que existe una tipificación de los
delitos y se estipulan castigos para cada caso:
el criterio lo establece el Estado, porque es
éste el damnificado. El Estado no le pregunta a
cada persona qué necesita o cómo quiere manejar

la situación de violencia que vivió, cómo se
puede reparar el daño si es que se puede. El
crimen es siempre crimen contra el Estado, la
ley y el orden.
Entonces, ¿cómo pensar el hecho de que
dentro del feminismo se piense en una única vía
para lidiar con las situaciones de abuso y
violencia? ¿A veces presionamos a otras para
que escrachen? ¿Intentamos convencerlas de
cuál es la mejor forma de transitar las
situaciones
que
vivió?
¿Respetamos
y
acompañamos otras formas? ¿Hacemos sentir
culpables a otras personas porque si no
denuncian “puede haber más víctimas”?
El feminismo bien podría diferenciarse del
Estado y no juzgar desde una misma lógica todos
los casos, no juzgarlo desde su propia
tipificación de los crímenes, sino tener en
cuenta qué necesita la que denuncia y
acompañarla

en

la

medida

que

pueda.

Esto,

entendiendo que ninguna de nosotras puede darlo
todo y por lo tanto, tampoco puede esperar
recibir
todo
el
apoyo,
contención
y
acompañamiento que esperaría. Hacemos lo que
podemos. No somos ni queremos ser omnipotentes.
No somos el Estado y no somos Dios.

El feminismo bien podría no manejarse desde
el paradigma policial de la tolerancia cero.
Hubo otras culturas que se manejaron con otras
lógicas. Otras formas no punitivas son
posibles. No interesa discutir si son mejores o
peores: simplemente son otras y nos recuerdan
que los métodos no nacen de los árboles, lo
cual significa que podemos hacer cosas más
piolas que las que venimos haciendo.

El concepto de tolerancia cero tiene su sustento
en la “Teoria de las ventanas rotas”. Desde esta
teoria,
si condenamos con altas penas los
crimenes menores, la gente comete menos crimenes
graves. En cambio, si las personas ven que un
crimen menor no tiene castigo, se animan a
realizarlo y se da una escalada de violencia
porque la autoridad no aparece poniendo su límite
a tiempo. Es por este motivo que las cárceles
yankis están repletas y son parte de la base
economica de ese país. Puede llegar a penarse por
igual romper una ventana o prender fuego un
edificio habitado. No importa: si la pena por
romper la ventana es alta, en teoria habra menos
piromanxs. .

Algunas queremos trascender el escrache y
manejar las situaciones de violencia de una
forma que nos lleve a revisarnos a nosotras
mismas, a nuestras amistades y nuestros
vínculos, a nuestras comunidades. Algunas, en
determinadas
situaciones
escracharíamos. Otras no.

tal

vez

si,

No hay dos lados. No existe sólo estar del
lado de quien denuncia o ser cómplice: hay
banda de grises. Hay muchas otras formas de
hacer y no hay una Ley Feminista reglamentada
(y esperamos que no la haya).
Casi todas hemos transitado situaciones de
abuso y eso no nos da ninguna habilitación para
hablar en nombre de todas. Cada una vive su
abuso como puede y en el mejor de los casos,
como quiere. Acompañar a quien denuncia nos
parece importante, es central. El inconveniente
surge cuando entramos en contradicción con lo
que eso puede implicar: si quien denuncia nos
pide que linchemos a una travesti, lesbiana,
disca y pobre.. tal vez no podemos ni queremos

acompañar. Si acompañar un escrache lleva al
suicidio a una persona neurodiversa.. tal vez
no podemos ni queremos acompañar.

Habrá que encontrar otras formas de acompañar
y/o asumir que no siempre podemos acompañar
todas las denuncias, entendiendo que compartir
un escrache en las redes y/o acosar a la
persona denunciada no es sinónimo de acompañar.
Hasta el momento no ha derivado en ningún tipo
de reparación. Sólo resulto en un agravamiento
de las condiciones de vida de la comunidad
LGBT. Hasta el momento sólo resultó en
depresiones, deserción escolar, falta de acceso
al trabajo y suicidios, situaciones a las
cuales la comunidad LGBT ya está sometida de
por sí.
¿Implica una reparación para alguien o es
una forma de castigo de lo más tradicional?
¿Ese click que hacemos al compartir un
escrache cambia algo realmente o es una forma
de irnos a dormir con la conciencia tranquila,
creyendo que hicimos algo bueno? ¿Podemos
separar las redes sociales de la realidad o son
una misma cosa? ¿Pensamos en los efectos que
tiene en la realidad lo que sucede en las redes
sociales? ¿Reflexionamos sobre qué compartimos
y por qué? ¿Reconocemos que hubo casos en los
cuales quien denunció después pidió que se baje
el escrache porque dimensionó que estaba
escrachando a alguien sólo porque “estaba

enojada”y que en realidad “no era para
tanto”? ¿Leemos el contenido de los escraches
o al estar presentado en ese formato el texto
se vuelve incuestionable? ¿Leímos alguna vez a
una persona mayor de edad escrachando a una
persona de 15 años y lo pasamos por alto?
¿Leimos escraches a personas por cosas que
pasaron hace más de una década, cuando eran
adolescentes?
Si hasta el Estado considera que después de
cumplida una condena ya la persona cumplió con
su castigo y el objetivo en teoría es la
reinserción, si considera que no se puede
juzgar igual a una persona menor de edad que a
una persona mayor, si existe el concepto de
inimputabilidad, si considera que toda persona
tiene derecho a una defensa y que no se puede
condenar a alguien sin pruebas y estos son
avances respecto a lógicas medievales y
religiosas, nos nos queda otra que preguntarnos
¿qué tanto atrasamos como movimiento político?